jueves, 7 de mayo de 2015

El dracma perdido



Dracma de oro


¿Cómo es posible que un lefebvriano pueda ser feliz...? Pues porque, lejos de ser un cismático material, es un católico que ha encontrado la Fe de la Iglesia católica. Aquella Fe que había perdido y no encontraba. Y, al encontrarla, su alegría es tan grande que llama a amigos y vecinos para compartirla (Lc.15:9).

¿Y por qué identificarse como católico lefebvriano? Pues para dar gloria externa a Dios mostrando la vida y obras de su siervo monseñor Marcel Lefebvre, cuyo único objetivo ha sido y es enseñar el Magisterio de la Iglesia según la Tradición.

Para ello, nada mejor que acudir a sus escritos. Empezaremos con algunas citas de Le destronaron, que se extenderán a lo largo de varias entregas. Que sean muchas o pocas dependerá de mi disponibilidad, no del número de lectores.

Los católicos liberales introducen los errores liberales en el interior de la Iglesia y en las sociedades todavía algo católicas. Es muy instructivo volver a leer las enseñanzas de los papas al respecto y comprobar el vigor de sus condenas.

Es de gran valor recordar la aprobación de Pío IX a Luis Veuillot, autor del admirable libro La ilusión liberal, y la del Santo Oficio al del padre Félix Sardá y Salvany, El Liberalismo es pecado.

¿Qué habrían pensado esos autores si hubieran comprobado, como nosotros hoy, que el liberalismo es rey y señor en el Vaticano y en los episcopados?

De allí la urgente necesidad, para los futuros sacerdotes, de conocer este error. Pues el católico liberal tiene un falso concepto del acto de fe, como bien lo muestra el padre Sardá (Cap. VII). La fe no es ya una dependencia objetiva de la autoridad de Dios, sino un sentimiento subjetivo que, en consecuencia, respeta todos los errores, y especialmente los errores religiosos. Luis Veuillot en su Cap. XXXIII muestra bien que el principio fundamental de 1789 es la independencia religiosa, la secularización de la sociedad y, en definitiva, la libertad religiosa [...]

A fin de guardar y proteger la fe católica de la peste del liberalismo, este libro me parece llegar muy oportunamente, haciéndose eco de las palabras de Nuestro Señor: "Aquel que crea se salvará, aquel que no crea se condenará"; es ésta la fe que el Verbo de Dios encarnado ha exigido a todos si quieren ser salvados. Ella causó su muerte y, siguiendo su camino, la de todos los mártires y testigos que la han profesado. Con el liberalismo religioso, no hay más mártires ni misioneros, sino liquidadores de la religión reunidos alrededor de la pipa de una paz puramente verbal.

Lejos de nosotros ese liberalismo sepulturero de la Iglesia católica.

Siguiendo a Nuestro Señor, llevemos el estandarte de la Cruz, único signo y única fuente de salvación.

Mons. Marcel Lefebvre: Le destronaron. Prefacio, en Obras completas, Tomo I, pp. 9-10, Mexico DF: Voz en el desierto, 2002

¿No es fantástico? Claras como agua de manantial, las palabras mantienen una correspondencia directa con la realidad que designan. Bajo la etiqueta de "tradición viva", la hermenéutica de diálogo de la religión del Dios que se hace hombre con la religión del hombre que se hace Dios resulta ser un acto de apostasía.


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